Un año sin azúcar añadido - Mi experiencia (Dos años después)
En diciembre de 2014, una de
las metas que entró a mi lista de propósitos para 2015 era dejar el azúcar
añadido por completo, ahora, después de mucho he decidido abandonar mi silencio
compartiendo la experiencia con este famoso reto.
Antes de emprender el
desafío, el asunto empezó a rondar después de leer el artículo de algún medio digital
sobre Eve O. Schaub, una extranjera que decidió en compañía de su familia experimentar
lo que sería una vida #SugarFree.
Al tiempo que encontraba
esto, razonaba sobre lo lejos que me había desviado del camino, mi peso
aumentaba de manera descontrolada, un escaneo 360° me reafirmó una realidad que
como unión al patrón de comportamiento ignoré en toda oportunidad, el historial
clínico familiar era crítico, una cantidad considerable de miembro no solo
tenía sobre peso, empezaban a padecer problemas relacionados a niveles elevados
de azúcar. Debo decir que el 2014 había sido el peor año de mi vida, (Pero, ese
no es el tema citado, de eso les hablaré en otro post) fue entre otras cosas el
año en que peor me alimenté, en que llegué a tener el peso más alto, bueno, no
me pesé, jamás le presté atención a ese tipo de cosas, pero estoy seguro llegué
a pesar 100 Kg.
¿Cómo era mi naturaleza en ese entonces?
Siempre transpiraba, me asfixiaba
con frecuencia; aún solo estando sentado
de manera incómoda, tenía sueño-pereza todo momento, mis mejores amigos
eran la cama y el ordenador, no tenía vida social, solo salía del cuarto a
devorar todo lo que encontraba en camino, odiaba tener que acostarme, había
algo que hacía del sueño una tortura; la gastritis, o un insoportable dolor en
los pulmones (sentía que mi peso los aplastaba despiadado contra las costillas),
si con suerte dormía, era atacado de la manera más agresiva por los
estrepitosos y tortuosos calambres en mis piernas que no solo arrebataban mi “descanso”,
sacaban alaridos, los dolores era inaguantables.
¿Cómo tomé la decisión de unirme al movimiento?
Como les conté, muchas cosas
pasaron en mi vida (solo iba rumbo al desbarrancadero de la perdición). Sin
embargo todo tiene su límite, empecé a reaccionar frente a esa realidad, no creo
en milagros, pero, puedo jurar todo mi entorno se vistió de la palabra obesidad,
prendía la tv: hablaban sobre el índice de mortalidad por sobrepeso en el país,
ponía la radio: escuchaba médicos exponer sobre la obesidad en los jóvenes,
entraba a redes sociales: me encontraba con estadísticas, noticias, todo sobre consecuencias
de la obesidad como problema de salud público.
Al tomar la iniciativa de
comprobar que tanto tenía que ver eso con mi realidad, terminé estrellado con
migo mismo, si, el panorama era desfavorable. Al por fin pararme consiente ante
el espejo, pude acatar por primera vez lo que había hecho. No podía creer el extremo
que pisaba, me asusté al ver ese límite que había trazado. Lo último que quería
era morir sufriendo, pero al razonar solo podía darme cuenta que ya lo hacía.
La explosión emocional fue
confusa, de lo único que estaba seguro era querer cambiar, me programé, invoqué
toda fuerza de voluntad, prometí de manera sincera cambiar, realicé una lista
de propósitos para 2015, entre ellas deposité decir adiós al azúcar añadido ¿Qué pasó?
El proceso
El azúcar añadido, ingrediente
que sin importar solo sea un agregado “hace parte” de la dieta alimenticia,
desde la primera infancia entra a nuestros cuerpos con esos alimentos que la
industria produce “Por el bienestar de tus hijos”, los medios la incluyen en
guiones con una serenidad que a pesar de pasar desapercibida, nuestro
subconsciente lee como algo prioritario. Si, parece absurdo, ve a la cocina,
mira las tablas nutricionales de tus compras: ahora dime ¿En cuántas envolturas
dice azúcares 0%? ¡Ajá! encontrarás azúcar añadida hasta en los embutidos y la
leche.
Todo hace que la idea de
emprender este sendero sea difícil o casi imposible -¿Está loco?- -Mijo ¿Y eso no es malo?-
-Si todo tiene azúcar es por algo- Fueron algunas de las palabras necias con
que ciertas personas en medio de su atrevida ignorancia me intentaron persuadir
para desistir de la nueva meta. Después de explorar tanta información, fue
imposible dejar que el diablillo sentado sobre mi hombro izquierdo lograra
hipnotizarme para desviar una vez más mi camino a la vereda errada.
Así activé todo empeño en la
siguiente etapa de travesía, empezó a girar torno una vida sana. Proyecté mi dieta a lo largo del año, tenía
certeza sería difícil, establecí dejarla poquito a poco, eliminando
posibilidades de recaer en consumo (No veo conveniente eliminar alimentos consumimos
toda nuestra vida con un solo golpe). De igual forma permitiría algo a lo que
denominé “Pecado”, consistía en consumir una golosina finalizando cada mes, no
con fines de premiar el haber hecho bien las cosas aquel periodo, sería absurdo
recompensar con lo que trato de dejar, si no para determinar a modo de
experimento las consecuencias (tanto positivas como negativas) manifestadas por
mi cuerpo.
Como todos saben, mi dieta
es vegetariana y si, lo sé, para los que aún guardan errados conceptos cual: “el
vegetarianismo es dieta adelgazante” o “el vegetarianismo no engorda” amigo,
amiga, están muy equivocados. La dieta vegetariana es sería, llevada de manera
irresponsable puede desencadenar en sobre peso (Mi caso) o desnutrición. Por
fortuna, ahora contaba con el acompañamiento de una nutrióloga mexicana encargada
de guiarme por el sendero del bien, la dieta partió con etapa de desintoxición.
Recuerden: si están pensando
unirse al movimiento #SugarFree, es importante desarrollarlo junto una buena
alimentación.
Empecé consumiendo jugos y
bebidas del día sin ningún tipo de endulzantes, al momento previo-inicio, la
nutrióloga dio dos opciones, camino difícil o facilista. El facilista consistía
en sustituir el azúcar, por endulzantes como Stevia o sustitutos artificiales
creados para diabéticos. El difícil me retaría, probar qué sería capaz de
alcanzar, demostrar que podía vivir feliz limitándome a disfrutar los sabores
naturales ofrecidos de la madre tierra.
Dije ¡SI! inmediato al
camino difícil, quería cambiar mi vida, me debía de castigar por no haber
reaccionado antes. ¡Oh! Sorpresa, finalicé semana, no había sentido en ningún
momento necesidad de consumir dulce, tampoco sentí cambios corporales y hasta
ese momento, nada impedía seguir.
Semanas #3 y #4 ¡Qué carajos está pasando!
Partiré aclarando que si
podía describir mi vida en ese momento con una palabra, esa palabra sería sonrisa;
pues era lo que se dibujaba en mi rostro todo el tiempo. Empecé a sentir como
la pereza se extinguía de mi ser, las ganas de salir a caminar, reparar aire
puro, estar activo todo el tiempo y solo tocar mi cama en la noche para dormir
se empezaban a sentir cada día con mayor intensidad.
Esto era indescriptible, no
lo podía creer, en menos de un mes ya sentía muy fuerte los resultados, así que
empecé a disfrutar la rutina de ejercicio que el entrenador personal en trabajo
conjunto con la nutrióloga había construido para mí.
¡Ah! ¿Y el pecado? el pecado
me lo di ¿Y qué creen? Me dio igual, como si no lo hubiera hecho, no me sentí
satisfecho, tampoco culpable, no quería más, fue una pequeña rodaja de ponqué
de naranja cubierto de chocolate, lo feo llegó después, el día siguiente no me
quería levantar, tenía sueño, pereza, ese día no pude hacer ejercicio, sin
contar que al día siguiente estaba casi igual pero de una manera más leve, me
asusté, ahí fue que pude ver en primera plana lo que el azúcar añadido hacía en
mi y empecé a odiarlo un poco.
Mes #2 ¿Me estoy volviendo adicto al ejercicio?
¿Sería posible que R, el
niño gordito que amaba comer, que nunca pisó un gimnasio y le huía a la palabra
ejercicio ahora estuviera presentando patrones adictivos a la actividad física?
¿Sería posible que ese fuera yo? Dios, solo transcurría el segundo mes de mi
nueva vida y yo ya quería hacer ejercicio todo el tiempo, mis energía
aumentaban poco a poco, quería más, pero no perdí mis estribos, me limité a
hacer lo que necesitaba mi cuerpo, el tiempo de ejercicio continuo era alrededor
de dos horas o un poco más, los domingos descansaba para dejar que el cuerpo
terminara sus procesos y restableciera todo para iniciar la siguiente semana.
Este mes olvidé cometer mi
pecado, así que no había azúcar añadido dentro de mí.
Mes #3 ¿Estoy adelgazando tan rápido?
Durante este mes, todo
transcurrió de la misma manera, yo era feliz, hacía mis ejercicios, nada fuera
de lo normal. Hasta que recibí la primera visita de familiares, mi sorpresa fue
al escuchar que me veían más delgado, lo mismo pasó cuando en ese mismo mes me
vieron mis amigos. Sea como sea, todos me veían más delgado, apenas llevaba un cuarto
de año, pero ya no era solo yo el que veía los resultados, ahora los veían
todos, eso me motivó a seguir con ánimos más fuertes.
No había querido prestar
atención a la realidad, creía que eran ilusiones, pero si, había adelgazado, la
ropa me quedaba floja, al punto de tener que hacerle poner costuras a mis
pantalones.
Al finalizar el mes, recordé
lo que pasó con el pecado anterior, dudé si hacerlo o no, primero, no quería lo
que pasó el primer mes se repitiera ahora de manera más intensa, segundo,
quería que mi nueva vida prosiguiera su curso, nada me hacía más feliz. Con mi
nutrióloga acordamos algo, tomaría solo un bocado del mismo ponqué, hasta ese
momento no entendía el porqué de su insistencia a que lo hiciera.
Estábamos en la video
llamada semanal, lo hice, me llevé el amasijo cubierto de chocolate a la boca,
no creerán lo que pasó, fue horrible, en ese momento odié el azúcar, al ver mi
cara ella rió, ahí entendí el por qué de su insistencia a que lo hiciera, pude
ver lo que mi cuerpo era a esas alturas del reto, estaba desintoxicado. En el
momento en que mis dientes tocaron la cubierta sentí como una descarga eléctrica,
al penetrar la golosina ese efecto se intensificó, un molesto dolor se apoderó
de mi dentadura, al tiempo en que la saliva se puso como ácida o salada, fue
muy confuso, no lo recuerdo bien, expulse de inmediato lo que tenía en la boca.
Mes #6
Es indescriptible lo que era
todo en aquel momento, renací, ahora era feliz y cada día que vivía era
recibido como el mejor regalo, ni sentía caminar, era casi parte del viento,
jamás me sentí tan liviano, era como avanzar flotando sobre una pequeña nube
invisible. Ni hablar de la rutina de ejercicios, odiaba los domingos, todo ese
día lo pasaba pensando la rutina de ejercicio, de repente sentía impulsos de
querer salir a correr o levantar un poco de peso, pero era consciente de la
necesidad de descanso para mi cuerpo.
Mi cuello había regresado,
ya eran tres tallas de ropa las que dejaba atrás en mi pasado, mis noches jamás
fueron interrumpidas de nuevo por calambres insoportables o mi sobrepeso
aprisionando mis pulmones contra las costillas, jamás volví a sentir gastritis,
me levantaba temprano sin ningún problema, para ese entonces no desperdiciaba
ningún minuto de vida, todo era apreciado como una bendición.
Un año después - ¿Qué pasó?
No creo sea mucho lo que
pueda sumar sin apegarme a la definición de predecible al relatar como
terminaron las cosas, pero si puedo radicarme en enfatizar de nuevo lo
orgulloso que estoy de haber emprendido este reto, el cambio de vida (para
bien) fue radical. Logré despejar mi mente para explorar y auto conocerme, los
niveles de concentración y creatividad que viví fueron muy profundos, aproveché
la experiencia para aprender de mi, de mis capacidades, de lo mucho que puedo
llegar a alcanzar, filosofé y razoné sobre la realidad, la vida y concluí temas
que ayudaron a mejorar la persona que era, aprendía a valorar más mi vida y la
de cada persona, a quererme y respetarme, a demostrarme amor, en la forma en
que debo decir lo mucho que me quiero. Mi madurez aumentó como cada año, así
como soy adicto ahora al ejercicio, siempre lo he sido a aprender, amo
cuestionar mis conocimientos para poder trascender lo que soy, como toda
experiencia la exploto para poder sumarlo
a la palabra aprender que me acompaña en cada paso que doy.
Es cierto que después de la
tempestad llega la calma, así como jamás imaginé llegar a estar tan mal, jamás
imaginé que podría llegar a abrir mi mente al nivel de experimentar los
increíbles efectos de una vida saludable.
Dos años después – La conclusión
Antes de redactar mi
conclusión dos años después, quiero dejar algo claro; esta experiencia ha sido
una de las mejores cosas que he vivido, estoy feliz y orgulloso de haberla
superado, se convirtió en parte de mi estilo de vida, hoy continúa participando
en mi diario vivir. Por fortuna, conté con el acompañamiento de Karla (mi
nutrióloga), que se encargó de supervisar la dieta para que no me faltara nada,
que no pasara hambre o corriera el riesgo de enfermar por niveles bajos de
cualquier nutriente que de manera natural necesitara mi cuerpo para funcionar
con normalidad. Fui muy privilegiado al contar con ella y con las otras
personas como Andrés (Mi entrenador personal) que hicieron parte fundamental de
esta historia. Soy consciente de que esa suerte no es la misma realidad que
pueden vivir otras personas.
Como ven, de la travesía
solo tengo por decir cosas buenas, si miramos desde la perspectiva del niño llevado
dentro, no está muy lejos mi vivencia de parecer un cuento de hadas. Experiencias
como estas son temas serios en que se compromete una vida, algo que se escoge
por el bien de la misma. Pero se puede terminar convirtiendo en una pesadilla al
manejarse de forma irresponsable.
A lo largo de la
investigación realizada acompañado por mi nutrióloga entorno al desafío, encontramos
blogs, canales en YouTube y cuentas en otras redes sociales de todas partes del
mundo creados para relatar semana a
semana el camino de personas que como yo habían escogido someterse al reto popularizado
por Eve O. Schaub.
Hallamos un panorama
desalentador, gente que no logró terminar, otros que apenas pudieron empezar,
pero lo más fuerte fue al localizar la realidad de muchos que lograron terminar
el año para reanudar su antigua relación con el azúcar añadido.
Siempre eh dicho “los
extremos jamás serán buenos”, es normal que después de un cambio radical el
cuerpo se canse para regresar a los hábitos que tuvo durante toda su existencia.
Tal es el caso de los realities
show sobre personas con sobre peso muy elevado, sometidos a dietas extremas que
no son más que una maquillada anorexia, rutinas exageradas de ejercicio
acompañadas de sugestión mental (Así cualquiera, la psicología lo puede todo). Vivir
en un ecosistema manipulado nos convierte en piezas de una maquinaría de la que
entramos a pertenecer, al formar parte del patrón de comportamiento es difícil
romperlo ¿Pero qué pasa si al día siguiente nos despertamos en una atmósfera ajena,
para estrellarnos con que ya no existe tal maquinaria? El cuerpo no dudará en
retomar su rol en la maquinita de la zona de confort. Esa, es las formas en que
funcionamos los seres humanos.
Tómense un par de minutos para suspender la lectura, abrir el
buscador e investigar ¿Qué ha sido de la vida de una buena cantidad de
participantes? Si, es triste ver como regresaron a su antigua trocha, ganaron o
casi que doblaron el peso que arrojó la báscula en el ritual de iniciación al
show, sin ignorar la conocida señorita que lo triplicó.
Ese tipo de episodios hacen
parte de las razones por las que decidí no contar mi experiencia uno si no dos
años después de emprenderla. Vivimos en una sociedad en que la obesidad ya se
salió de control, puedo poner (de manera lamentable) ejemplos de Países como
México, todos sabemos de quien es la culpa de su realidad y no, mi país tampoco
se salva. Sin embargo nada ganamos con aceptar o lograr ver el problema, todo
indica que estamos siendo conscientes de la realidad, pero estamos haciendo mal
las cosas.
Es un problema en
descontrol, pero el bullying hacia personas que la padecen hacen de la realidad
todo un caos en el que jamás se logrará ver una luz al final del túnel,
mientras una persona con sobre peso lucha por no dejarse exterminar la
autoestima que intenta abatir la sociedad bombardeándonos, por ejemplo, con unos
medios de comunicación que rehúsan abandonar los estereotipos. No trato de
decir que en los medios de comunicación tiene que salir gente “obesa” o que
empiecen a incluir modelos de tallas grandes en las pasarelas, eso tampoco
solucionaría el problema. Es momento de hacer verdadero frente a las cosas, luego
de aceptar el problema necesitamos soluciones, ya todos sabemos lo mal que
andan las estadísticas, que la obesidad es mala, que es muy fácil caer en ella,
que la gente gorda se enferma como se enferman los flacos, ese discurso ya
viene tatuado en la conciencia humana.
Es fácil decir deja de comer
tanto, es fácil decir no voy a comer, voy a comer y vomitar, sean consiente que
hasta el momento la idea más famosa y efectiva para bajar de peso es la dieta
de la inanición.
Nuestro ecosistema es una distopía en la que los estudios sobre los efectos del azúcar en el cuerpo y la relación de la misma con la obesidad están financiados por las multinacionales que viven de intoxicar nuestros cuerpos con ese componente que para ellos solo tiene nombre de dinero.
¡Necesitamos soluciones!
pero soluciones reales que le digan a las personas en necesidad de ayuda como
se debe de empezar a caminar hacia la solución del problema, lo que hay en
realidad que hacer y como se hace. Solo hasta ese momento habremos iniciado a
hacer algo.
Le mando un saludo grato
acompañado de un enorme abrazo a esas dulces multinacionales que hacen de
nuestra economía el progreso, a los congresistas y por supuesto, a los
ministros de salud y presidentes de países con sobrepeso.
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